LOS MIL Y UN RODEOS DEL 112 Y EL HOMBRE COLGADO
Me ha pasado hoy mismo. Circulaba por la autopista de entrada a Barcelona cuando de repente, al pasar bajo uno de los puentes de la C-31, delante mío observé medio cuerpo de un hombre colgando del alféizar del paso elevado. ¡Ahhhh! Tenía que pasar por debajo y en apenas un segundo decidir si frenaba, si esquiaba el espacio destinado a su caída o si cerraba los ojos y aguantaba firmemente el volante como aconsejan hacer cuando te encuentras un animal en la calzada.
Cuando medio me decidí, ya había pasado por debajo de las piernas colgantes que aún no habían caído a la calzada. Y al mirar por el retrovisor vi que se trataba de un muñeco de tamaño natural (tipo muñeca hinchable o maniquí de escaparate). Posiblemente, se trataba el anuncio de una despedida de soltero o, peor aún, la amenaza a un empresario sin escrúpulos.
Vericueto de llamadas
Las piernas colgantes podrían causar una tragedia. Por eso me animé a llamar al 112. La primera complicación fue explicarle al telefonista lo que había visto y que resultara convincente, pero más lo fue detallar el lugar exacto del suceso, una zona en la que se unen dos términos municipales (Sant Adrià de Besós y Barcelona) y en la que cambian las competencias policiales (Mossos d'Esquadra en el primer caso y Guardia Urbana en el segundo).
Media hora después aún recibí una nueva llamada de la Guardia Urbana para que les explicara qué había pasado y, sobre todo, dónde estaba el muñeco colgado para ir a retirarlo. "Pero si ya se lo he dicho al 112 y después a los Mossos", les dije. "Sí, pero es que la información no nos ha llegado muy bien". Y vuelta a empezar con el increíble relato. "Muchas gracias y ahora mismo enviamos una patrulla", me contestó casi 40 minutos después de mi primera llamada.
Mirada al cielo
Menos mal que se trataba de un muñeco y no de un suicida de verdad pués éste no habría tenido la posibilidad de negociar un arrepentimiento con la policía o de pactar una caída suave sobre la colchoneta de los bomberos. Aunque ignoro si algún conductor más vio las piernas y provocó un accidente al reaccionar impulsivamente.
"Lo que te pasa a ti es que todos miran adelante cuando conducen en la autopista y sólo tú miras hacia arriba", me dijo un compañero periodista cuando le conté lo que me acababa de ocurrir. "Será eso", le contesté, convencido de que para tirar adelante hay que saber verlas caer.