30 abril 2007

UN POLICÍA ATÍPICO


Ignacio es un policía atípico: romántico, idealista, de izquierdas, utópico, de los que creen en las personas aunque sean delincuentes. Es inspector de la Brigada de Policía Judicial. Luce barba y en invierno esos tópicos jerseys de lana años 60 que le dan un aspecto aún más progre.

El mismo me explicó, en uno de los muchos cafés que compartimos, que nunca llevaba encima su revólver reglamentario. Ni tan siquiera se preocupaba demasiado de su obligado mantenimiento, como engrasarlo o limpiarlo. Y un día estuvo a punto de perder su empleo por ello.

Una citación judicial

Una mañana le asignaron a él y a un compañero un servicio de rutina. Debían acudir a entregar una citación judicial a un sospechoso en un barrio conflictivo de la periferia.

Aparcaron el coche camuflado en la puerta. Cuando iban a entrar en el edificio, Ignacio prefirió esperar abajo mientras el otro inspector subía con el papel. Pero cuando este llamó a la puerta, varios pisos más arriba, el receptor de la nota le abrió apuntándole con una escopeta.

Largo asedio policial

Ignacio oyó los gritos e instintivamente echó la mano a su cintura para sacar el revólver ausente. El compañero voló hasta donde estaba Ignacio y enseguida pidieron refuerzos con la emisora del coche K.

El asedio policial duró varias horas, hasta que se entregó el delincuente. Por suerte, este no llegó a disparar. Y nadie supo que Ignacio había ido a trabajar sin su arma al cinto. Ni que él cree en las personas y sabe que llevarlo supone, la mayoría de las veces, tener que utilizarlo.

Sí, lo sé. Es un policía atípico.

27 abril 2007

TRABAJADORES MULTIFUNCIONALES EN EURODISNEY


Pensábamos que la especialización iba a ser la panacea, pero nos equivocamos. Cada vez más se buscan trabajadores polivalentes. El objetivo, siempre el mismo: reducir costes de producción. Y es que nosotros, los curritos, somos parte de esos costes de producción.

Pese a que intento hacerme a la idea de que cada vez más en mi trabajo de periodista tengo que aprender hacer nuevas cosas (no para sustituir otras tareas anteriores sino para ampliar el número de ellas), el otro día lo vi todo más claro en un viaje a Eurodisney.

Impecable presentación

Unas 200 personas entramos en la atracción Armageddon, de Disney Studios. Hay que imaginarse una sala amplia, con varias pantallas de plasma y un atril desde el que la empleada del parque, vestida de astronauta, explica todo lo que vamos a experimentar en la atracción espacial.

La joven, medio presentadora, medio actriz, lo hace impecablemente en cuatro idiomas. Llegas a creerte que vas a viajar al espacio. Es convincente, divertida, espontánea. Luego, sin perder la sonrisa, invita al grupo a entrar a través de un largo pasillo en el centro de la atracción, la sala de control de una nave espacial que va a ser bombardeada por meteoritos.

Ahorro de salarios

Mientras todos nos dirigimos al escenario principal, ella se queda rezagada. De detrás del atril coge una escoba y un recogedor y se pone a barrer el suelo. Con eficacia, en menos de 30 segundos, mientras cree que ya nadie la ve.

Después, la eficiente y polivalente empleada va a la sala de mando y pone en marcha la atracción. Varios salarios en uno. Y los demás, nos dispusimos a disfrutar de la magia Disney, sin preguntarnos por el salario de una presentadora, animadora, actriz, técnica, basurera multilingüe.

23 abril 2007

LAS NUTRIAS TAMBIÉN SE QUIEREN



No todo está perdido. No solamente lo más cutre triunfa en internet. Todavía hay esperanza. Y lo demuestra el éxito que tiene este vídeo en Youtube. Más de cinco millones de visitas ha recibido este documento en el que se ve cómo dos nutrias nadan juntas cogidas de la pata.

Lo más sorprendente, como en las mejores historias, está al final, cuando las dos mutrias se separan empujadas por la corriente.

El vídeo, grabado en el acuario de Vancouver, fue colgado en Youtube hace un par de semanas. Sus protagonistas tienen nombre, Nyack y Milo, y son ya unas estrellas en la red.

18 abril 2007

SOBREVIVIR A UN CHOQUE BRUTAL



Este vídeo, en el que se ve cómo un policía de EEUU acude a ayudar a un compañero, me ha recordado aquella madrugada en la que un fotógrafo y yo tuvimos que salir disparados a cubrir un accidente de tráfico mortal en la Ronda de Dalt de Barcelona. Un coche se había estrellado contra una palmera de la mediana de esta miniautopista que circunvala la ciudad.

El coche accidentado, los bomberos, las ambulancias y la Guardia Urbana estaban todos aparcados en fila en el carril más rápido, el de la izquierda. Nosotros, ignorantes, detuvimos nuestro coche en el más lento, el de la derecha. Y no había arcén.

Un policía nos gritó que saliéramos de allí. "Somos periodistas. Vamos a hacer fotos", contestamos. Y no dio tiempo para más. Un coche que venía a toda velocidad se estrelló contra nuestro vehículo al intentar pasar por el único carril que dejamos libre, el del centro.

Corazón a mil

Todavía recuerdo el estruendo y la extraña sensación de una lluvia fina de cristales sobre mi cuerpo. También el latido desconmensurado en el pecho. Tanto el fotógrafo como yo salimos ilesos. El otro conductor resultó herido.

Los policías casi nos detienen por nuestra imprudencia. Pero nos salvó que el hombre que nos embistió iba tan borracho que le delataba el aliento.

Fue entonces cuando aprendimos que en un accidente de tráfico nunca hay que pararse en otro carril distinto al del accidente. Y además, hay que hacerlo siempre, después del coche siniestrado, para que sea éste el que actúe de parapeto.

17 abril 2007

SI ALGUIEN VE EL ANUNCIO...


Cuando recibí el email de RTVE con la convocatoria de un concurso de ideas para un espot de TV contra los malos tratos, me entusiasmé. Y no por el premio, 6.000 euros, sino por la posibilidad de poder hacer algo para acabar de una vez por todas con la violencia de género, sexista, conyugal, de pareja... cobarde en definitiva.

En pocos minutos me monté la película. Y nunca mejor dicho. A saber:

COMIENZA EL ESPOT

Una familia (matrimonio de 40 años y dos niños de 10 y 12) cenan en el salón de su casa. De fondo se oyen gritos femeninos de ayuda y golpes. Ellos se miran, y a un gesto de la madre bajan la vista al plato siguen comiendo.

Segundo plano. Una pareja joven se lo está montando en el sofá, mientras suena una música romántica. Se oyen los gritos y los golpes. Dejan de besarse. Se miran, interrogativos. Pero él, coge la barbilla de ella y le vuelve a besar.

Tercera secuencia. Dos ancianos ven la tele. Ambos oyen los gritos y los ruidos. Ella se levanta y sube aún más el sonido de la tele para ahogar los lamentos ajenos.

Después, se ve la escalera de vecinos, antigua, señorial y amplia. Un hombre con barriga cervecera y unos 50 años baja con una camiseta tipo paleta y con las manos esposadas a la espalda acompañado de dos policías de uniforme.

Tras él, dos funcionarios transportan a pulso una bolsa negra con lo que se supone que es el cadáver de la víctima. Mientras bajan las escaleras, la cámara realiza un larguísimo plano secuencia en el que se ven, una detrás de otra, las puertas entreabiertas de los vecinos. La familia, la pareja de amantes y los ancianos observan atónitos la última bajada a la calle de su ahora exvecina.

El mazazo final llega con un mensaje rotundo: "Ella no pudo hacer nada. ¿Y tú?". Y una invitació para llamar a ún 900 de ayuda a mujeres maltratatadas o al 112.

FIN DEL ESPOT

Pero para llevar cabo la idea necesitaba la ayuda de algún aficionado al cine o, mejor aún, de una agencia de publicidad. Y la oportunidad me llegó el pasado domingo. Me encontré con un admirado creativo, autor de un impactante anuncio de cervezas, y le solté orgulloso mi idea.

Respuesta: Como punto de partida está bien, pero hay que darle la vuelta totalmente. La idea es demasiado previsible. Se tiene que ira más allá.

Y me propone, como ejemplo, el siguiente espot. La niña de la primera familia pega una patada a la maltratada. La vecina le da una bofetada. El hombre le propina un puñetazo. Todos maltratan a la víctima. Impacto, con mensaje. Todos la maltratamos con nuestra ignorancia.

Y me lo dijo en dos segundos. Con una sonrisa satisfecha.

Conclusión: Escribiré cien veces: No volveré a hacer campañas de publicidad. Y me dedicaré exclusivamente al periodismo y a mantener vivo este blog. Pero si alguien ve mi idea en algún anuncio, que me avise ¿eh?.

13 abril 2007

RITMO SURAFRICANO CON LA CUCHARA EN LA BOCA




Si el año pasado Amo a Laura y Opá yo viacé un korrá fueron los éxitos musicales del verano gracias a internet, éste le toca el turno a Hannes Coetzee, un guitarrista surafricano que interpreta una pegadiza melodía apoyando sobre las cuerdas del mástil una cuchara que sujeta con la boca. Es lo que se llama el Teaspoon Slide Guitar.

Hace sólo unos días que la pieza de Coetzee corre por internet, gracias a Youtube y otros distribuidores de vídeos, y ya se cuentan por cientos de miles los usuarios que se la han bajado. Y no es para menos.

Ya tiene imitadores

El fenómeno está cogiendo tal envergadura en la red que hay quien incluso sostiene que se trata de un montaje, que el tal Coetzee en realidad no existe y que su historia forma parte de una nueva leyenda urbana. Además, ya han surgido varios imitadores.

Sin embargo, su existencia es tan real como pegadizo su ritmo y sorprendente su actuación. De momento, Coetzee ya ha sido contratado para actuar el próximo mes de junio y durante una semana en el festival de Port Townsend Slide, en el estado de Washington, según anuncia su página web y me ha confirmado uno de sus responsables.

El organizador del concierto me explicó que no podía creerse cómo hay gente que duda de la existencia del músico y el conjunto, sobre el que además existen numerosas referencias en internet y hasta en Wikipedia.

Música étnica surafricana

Y es que Coetzee, que dona el dinero que recauda a cooperativas locales, ha participado en otros festivales de música folk, así como en algunos documentales y hasta una película. Lo ha hecho de la mano del Karoo Kitaar Blues, un show de músicos surafricanos dirigidos por David Kramer que recoge lo mejor de la música étnica del Karoo, una zona de aquel país.

Os invito a volverlo a escuchar al auténtico Coetzee en el vídeo de Youtube y a ver si, como a mí, su ritmo os inspira Caribe, África, raíces y, sobre todo, autenticidad.

12 abril 2007

EL 205 DELATOR


Trabajar de periodista en una ciudad pequeña tiene sus ventajas, pero si además eres el redactor de sucesos, entonces los privilegios pueden llegar a desbordarte.

De entrada, cada mañana me tomaba dos cafés. Primero uno con los inspectores de la brigada de policía judicial de la comisaría y luego otro con los guardias civiles de la comandancia. Y de tanto roce, pues uno al final les va cogiendo confianza.

Poco a poco crees que ya sabes mucho de ellos, pero la verdad es que son sólo ellos los que ya pueden escribir una enciclopedia sobre ti. No en vano su trabajo es un poco eso, observar y redactar lo visto y oído en interminables atestados. O al menos eso es lo que les deben enseñar en sus respectivas academias.

El coche cazado

El día en que confirmé que los secretas lo sabían casi todo sobre mí fue cuando recibí una llamada de teléfono a la redacción del diario local. Era uno de los inspectores, que me preguntó: “¿Te han robado el coche, el 205?”. “Que yo sepa no, ¿por qué?”, le contesté. “Es que acabamos de ver a una chica conduciéndolo por la rambla”.

Mi interlocutor, el policía, se quedó en silencio, esperando mi respuesta, pensando quizás si todavía estaba a tiempo de dar el alto al vehículo sospechoso. Pero yo enseguida le desvelé el misterio. “Ah sí, es mi novia, que me ha cogido el coche prestado”.

Ya sabían otra cosa más de mí. Aunque yo todavía me pregunto cómo dedujeron que aquel Peugeot 205 XR era el mío si nunca fui con él a la comisaría.

11 abril 2007

EL ESTUCHE CADUCO




Una amiga me confió el otro día el drama que estaba atravesando con su hija por culpa de la anorexia. Es una adolescente que no se gusta, que se siente desgraciada en su cuerpo y que no encuentra la salida.

A veces, sin quererlo, aceptamos el juego de una sociedad que nos impone unos absurdos clichés de belleza que no nos dejan ver que lo realmente hermoso lo tenemos dentro de nosotros mismos y no siempre se deja ver a simple vista.

Por eso, este anuncio me ha dejado triste. Por un lado me ayuda a comprender, pero por otro me indica que queda mucho por recorrer todavía para derribar el muro de las tallas, de las misses, de las top, de las pasarelas, de la publicidad, del culto a algo tan efímero, banal, evolutivo y caduco como el estuche que un buen día nos dieron para pasear el alma.

07 abril 2007

COMO UN PARTO, O CASI


¿Habés tenido alguna vez un cólico nefrítico? Los hombres solemos decir que es más doloroso que un parto, probablemente porque nunca hemos tenido que parir. Ya nos va bien difundir este bulo para demostrar que nosotros también tenemos mucho aguante y autoconvencernos de que tampoco en eso ellas nos van a superar.

Pero al margen de mayores o menores resistencias de género al sufrimiento físico, lo que me ocurrió aquella madrugada en la cama me ayudó a volver a creer en los médicos, esos grandes gurús del sufrimiento y el desconcierto.

Desencajado

Y no era para menos. Debían ser las tres de la madrugada cuando me desperté tan desencajado por el dolor que aún a veces me digo que aquello no ocurrió, sino que debió ser una pesadilla. Mi mujer saltó de la cama al oír mis gritos. Al verme la cara, comprobó que la situación era de alerta máxima: los labios se me habían desdibujado, mi tez palidecía y mis ojos destilaban sufrimiento puro y duro.

Ella se tiró sobre el teléfono y llamó al 061, que por aquellos años comenzaba a funcionar con eficacia, mientras yo intentaba en vano cambiar de postura entre las sábanas para mitigar el dolor en la parte inferior de mi espalda y en mi ingle.

En apenas cinco minutos, oímos una moto que paraba debajo de casa e inmediatamente después los pasos del ángel de la guarda subiendo las escaleras con el uniforme del 061 y un maletín metálico en la mano que debía devolverme la vida (es un decir, pero es que en esos momentos uno se siente más allá que aquí).

¡Qué alivio!

Miguel, el médico, me puso la inyección y el dolor empezó a retirarse mientras mis labios volvían a esbozarse en mi cara y los ojos dejaban de mostrar la agonía. ¡Qué alivio! Todavía lo noto y me sonrío satisfecho.

El doctor nos contó que había llegado tan rápido porque había venido en moto. En aquellos años, cuando un caso era realmente grave, primero enviaban al médico con la moto en plan avanzadilla y luego llegaba la ambulancia, cuya dotación se ponía a las órdenes del facultativo.

A mí no me tuvieron que llevar en ambulancia, pero me acortaron el sufrimiento. "Para nosotros es tan grave un cólico nefrítico como un infarto. No queremos que la gente sufra. Por eso venimos enseguida", me contó Miguel antes de irse a otra urgencia domiciliaria en su moto.

Mi cólico duró cinco minutos y fue tremendo. Y pensar las dolorosas contracciones de un parto duran horas...

Uffff! Prometo no volver a quejarme. Al menos, lo intentaré.