26 mayo 2007

UN MUERTO EN LA AMBULANCIA



Sólo una vez le he visto la cara a la muerte. Y no me gustó. Me pareció triste. Hace 25 años y no lo he olvidado.

Era voluntario de Cruz Roja y estaba destinado en un pequeño puesto de socorro de carretera cerca de Barcelona. Un día gris y aburrido. No es que deseáramos que se produjeran accidentes de tráfico, pero un poco de acción servía para dar sentido nuestra tarea y acelerar un poco el reloj.

En Intensivos

Una llamada nos pidió que nos desplazáramos al Hospital Comarcal con nuestra ambulancia para hacer un traslado. Me pareció curioso que en lugar de llevar a un paciente o a un herido hasta el hospital, tuviéramos que hacerlo al revés. Y más me sorprendió cuando al llegar a Urgencias nos dijeron que teníamos que esperar un poco porque el enfermos estaba en la UCI.

"¿Por qué lo tenemos que llevar a su casa si está en Intensivos?", le pregunté a mi compañero, conductor y más veterano que yo. "Es que se está muriendo y la familia quiere que lo haga en su casa", me soltó sin darle importancia.

Era un anciano. Tenía la piel muy amarilla y la mirada perdida. Llevaba una mascarilla de oxígeno que conectamos a la bombona de la ambulancia. No decía nada. Yo creo que ni nos miraba. Le hablé, pero no parecía que oyera.

Adiós en silencio

A mí me tocó sentarme detrás, a su lado. Cuando iniciamos la marcha hacia un pueblo próximo, sin luces ni sirenas, él cerró los ojos. Oía el rumor del oxígeno, pero no así su respiración. No se movía. Al poco rato noté un olor desagradable. Se lo había hecho encima. Se lo dije a mi compañero, que me contestó: "Eso es porque ya se ha muerto". Dilatación de esfínteres, dicen los entendidos.

Se fue sin que nos enteráramos, como un suplo imperceptible. Cuando llegamos a la casa, su familia nos esperaba ya en la calle. El médico del pueblo también. Comprobó que había fallecido. La familia había preparado su dormitorio. Y lo llevamos hasta allí. Lo dejamos en la cama. Parecía dormido.

Nos fuimos de nuevo al puesto de socorro y el conductor retiró las sábanas y las puso a lavar. Yo preparé la camilla para el próximo servicio. Me sentía raro.

Tema de portada

A los pocos años, aquella experiencia fue el embrión de un reportaje periodístico en el desaparecido Noticiero Universal. El traslado de enfermos críticos a sus casas, para que pudieran morir con los suyos, era una práctica habitual, aunque de dudosa legalidad. Y eso era portada.

Destapamos el supuesto escándalo, pero no pasó nada. Es como cuando ahora a los pacientes críticos se les aumenta la medicación para que descansen en paz de una vez. Todos lo saben. Tal vez sea lo mejor. Aunque se tenga que buscar un resquicio en la a veces absurda ley.

4 comentarios:

Carmen Salas dijo...

A mi no me parece tan ilícito de entrada. Hace cuatro años un primo mío con un cáncer terminal, quiso irse al pueblo para morir y tuvo que contratar una ambulancia privada para poder hacerlo. Él vivía en Fuerteventura, pero la parte final del seguimiento se le hizo en Barcelona donde, a parte de algunos primos, no tenía a nadie más. Sus padres y hermanos estaban en el pueblo y se quiso marchar allí a pasar sus últimos días. A mi me parece del todo respetable. En el caso de mi primo le dió tiempo a llegar y a "disfrutar" de casi 15 días más entre los suyos.

Luciérnago dijo...

Hola. Dejar a alguien en estado crítico sin las asistencia que lo mantiene vivo puede ser considerado como una especie de eutanasia pasiva. Me parece bien que la familia decida que un deshauciado muera en casa con los suyos y no en un frío hospital. Pero la práctica es irregular, al menos desde el actual marco legal, en el que prevalece el derecho a la vida. Es un tema para debatir, aunque para los afectados debe ser muy doloroso.

Ana dijo...

Hola, hombre de ka noche!
Supongo que cada uno es libre para hacer lo que quiera y si su deseo es irse del hospital no creo que nadie pueda obligarle a quedarse. Mientas no implique a nadie en su decisión es algo que yo sí considero lícito.
Buenas reflexiones.
Un beso.

Luciérnago dijo...

De todas formas no sé si aquel hombre pudo manifestar algún deseo, pues estaba muy mal y no se expresaba. De todas formas, para mí lo trascendente de aquella experiencia fue ese primer contacto con la muerte, a mí lado, a apenas unos centímetros de mí. En otra ocasión, 'resucité' a un niño con un compañero. Pero eso lo explicaré en otro post.