18 mayo 2007

MI PRIMERA ENTREVISTA CON EL REY

La primera vez que hablé con el Rey, con Juan Carlos I, claro, fue hace 25 años. Era un crío y acababa de entrar a colaborar (no tenía sueldo) en el diario El Noticiero Universal, ahora desaparecido. Una noche me pidieron que a la mañana siguiente me fuera a la Academia de Suboficiales de Talarn (Lleida) porque el entonces joven rey iba a entregar los títulos a los nuevos mandos.

Recuerdo perfectamente que recogí al fotógrafo, César, en la Diagonal de Barcelona cuando apenas había salido el sol y nos fuimos con mi flamante Seat 850 a Lleida. Cuando quedaba poco para llegar a la base militar nos paró al Guardia Civil para identificarnos y preguntarnos a dónde íbamos. Nos pidieron la acreditación de prensa, pero no teníamos, ni siquiera un mísero carnet de nuestro periódico.

El penúltimo control

Me debieron ver la cara de bueno y jovencito, así como la bolsa del fotógrafo, no tan jovencito pero igual de bueno, y nos dejaron pasar. ¡Bien! Pero un par de kilómetros más allá, en la puerta del campamento, nos esperaba otro control, esta vez de policías militares:

-- "¿La invitación?"
-- "No tenemos. Verá, es que nos avisaron anoche y no ha dado tiempo".
-- "¿Carnet de prensa?"
-- "No, es que, mire, soy estudiante y no trabajo todavía en el diario..."

Miradas de perplejidad bajo los cascos, dudas, cuchicheos y, ¡milagro!, nos levantaron la barrera.

Aparcamos el coche y César y yo nos dirigimos a la gran explanada donde ya habían comenzado a desfilar decenas de jóvenes suboficiales, contemplados por cientos de familiares.

En la tribuna de prensa

Nos metimos donde estaban los periodistas con sus cámaras, blocs (que no blogs) y casetes hasta que comenzamos a ver que varios hombres muy bien vestidas nos señalaban nerviosos. Enseguida supimos que eran escoltas de paisano, que se acercaron a pedirnos explicaciones. No teníamos la credencial colgada del cuello (ni en el bolsillo, porque no teníamos nada que nos identificara como periodistas). Dimos nuevas explicaciones, que se creyeron, porque eran ciertas, y ahí nos quedamos.

Después, todo fue más fácil. Seguimos al séquito de personalidades y acabamos metidos en una sala repleta de oficiales. Yo, iluso de mí, me acerqué al Rey mientras tomaba un aperitivo y comencé a preguntarle sobre lo que le había parecido el acto. El, amable y simpático, me contestó atentamente mientras yo intentaba memorizar lo que me decía.

La ingenuidad del principiante

Cuando horas después llegué a la redacción, me puse a escribir mi entrevista con el Rey. Le pasé los folios a mi jefe, que comenzó a leer con cierta sorpresa e incredulidad. Tras unas risas, que no entendí muy bien a qué venían, me miró fijamente y me preguntó: "¿Pero a ti nadie te ha dicho que el rey no da entrevistas así como así? ¿No te han explicado que lo que dice en un acto informal no se puede publicar?"

Y me exclusiva real se fue al traste. Comenzaba a aprender mi oficio.

4 comentarios:

Ana dijo...

Ser principiante siempre se paga...

Me gustaría a mí saber lo que dice el rey fuera de micros, aunque como republicana me debería importar un carajo.

Anónimo dijo...

¿Y por qué no publicas aquí la entrevista?. De acuerdo que ya es vieja pero, aunque no hubiera dicho nada fuera de lo normal, siempre es una entrevista auténtica, digo yo, y no lo que se inventan en la telebasura.

Salu2 colega.

Anónimo dijo...

Hola Luciernago,
Es el primer día que te leo.Gracias por compartir tus historias.
Muchos saludos

Luciérnago dijo...

Hola Ana, M. y Mariela. Gracias por estar ahí y vuestros comentarios. Me parece una idea buenísima lo de publicar aquí la entrevista, pero hace ya ¡¡ 25 años !! y la verdad es que no me acuerdo de su contenido. Sólo recuerdo que fue súpersimpático y que me atendió muy bien. Y que por primera vez vi que el rey también es de carne y hueso.

Dentro de pocos días os explicaré una entrevista con Clinton. Esa es más reciente y para mí fue una pasada. Así iremos de monarquía a répública.