01 marzo 2007

ENCONTRÉ A LA FAMILIA DE MARÍA


No podía seguir con la duda. ¿Las cosas de María estaban tiradas en la calle como consecuencia de una existencia indiferente? ¿Quién era ella, cuya foto de boda de principios de siglo apareció apoyada en un umbral junto al resto de sus recuerdos (ver post anterior)?

Primero tuve que acabar de identificarla. Y lo conseguí. Gracias a las necrológicas y, sobre todo, a la búsqueda por internet. Tenía 91 años cuando falleció en agosto del 2006. No tenía hijos naturales, pero si dos hijastras y un hijastro. Su marido se había casado con ella al morir su primera esposa de tifus cuando los niños tenían 14, 12 y 10 años .

Uno de las hijastras me explicó ayer que la cuidaron hasta el último momento. Que a María no le faltaron cariño ni recursos. Que la familia ha guardado algunas cosas de ella, pero no sabían qué hacer con todo lo demás.

La noche en la que aparecieron sus cosas tiradas, los familiares las habían colocado en cajas, como si se tratara de la última mudanza, y esperaban que el ayuntamiento las recogiera. De hecho, aquella madrugada tocaba retirada de muebles viejos en el barrio donde viven.

Pero los buitres que siempre merodean sin luz (y lo escribe un luciérnago que a veces se topa con ellos) no entendieron de recuerdos, ni de adioses, y abrieron las cajas y esparcieron su contenido en busca de un tesoro inexistente.

La hijastra de María me pide que destruya las cuatro cosas que cogí, pero yo le ruego que me deje quedarme con la libreta de ahorro de 1911 en la que la mujer, entonces una niña, o alguien en su nombre, ingresó cinco pesetas.

La cartilla (foto superior) en nada se parece a las de ahora. Tal vez ya no valga o quizás aquellas cinco pesetas sean ahora una fortuna. Para mí siempre será la huella de un recuerdo que se resistió a desaparecer asfixiado en un camión de la basura.

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