06 marzo 2007

LA NOCHE QUE HACIENDA PERDIÓ LOS PAPELES

Cada vez que suena un teléfono en la redacción de un diario puede pasar de todo. Es la gracia de este oficio. Lo único que hay que procurar al descolgar es pensar que esa llamada puede convertirte en el periodista del mes.

En aquella época estábamos todos enfrascados con la declaración de la renta. No era como las de ahora, en las que casi siempre te devuelven algo o pagas poco. Las rentas de entonces eran de infarto, aunque no te pillaran en falso.

Por eso, la gente estaba muy susceptible a finales de mayo, pensando en si tendrían premio de lotería en positivo (a de volver) o en negativo (a ingresar), aunque el + o el – en la casilla final significan lo contrario.

Sacos repletos de documentos

La voz que resonó a través del auricular destilaba indignación. Y no era para menos. El hombre había encontrado un montón de sacos repletos de papeles en medio de la acera delante de la sede central de Hacienda en Catalunya, en la plaza de Letamendi. Era la 1 de la madrugada.

En menos de cinco minutos ya estaba yo haciendo otra vez de basurero (ver post No somos nada). No hizo falta abrir aquellas enormes bolsas de plástico negras. El suelo estaba salpicado de declaraciones de la renta, del impuesto de sociedades y otros varios documentos oficiales de decenas, centenares de personas y empresas.

Los secretos de mi empresa

Me llevé a la redacción todo lo que pude y quiso la suerte que entre la montaña de papeles apareciera hasta la declaración de la empresa propietaria de mi periódico. Fue noticia bomba de portada. ¡Hacienda nos desnuda cada año y luego exhibe nuestras intimidades sobre las acercas!

El caso trajo cola. Hasta me entrevistaron en televisión. Ufffff. Pero lo más increíble no fue el vertido documental, sino la causa de todo aquel embrollo. Se habían acabado las bolsas de color en las que se guardaban los documentos caducados y que servían para identificarlos y facilitar su recogida por una empresa especializada en destrucción de documentos.

Ante la falta de bolsas alguien decidió coger las negras de la basura para guardar los preciados papeles confidenciales. Eso provocó que acabaran, como el resto de los desperdicios, junto a un contenedor repleto en plena plaza de Letamendi. De allí a la portada del periódico sólo fue cuestión de una eternamente agradecida llamada de teléfono.

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